Viento negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.
El cielo, duro. Y su fondo
da un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.
Faroles, flores, coronas
—¡campanas que están doblando!—
...Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.
...Yo voy muerto, por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
quiero que me quieran; hablo
a todos los que me han hecho
mudo, y hablo sollozando,
roja de amor esta sangre
desdeñosa de mis labios.
¡Y quiero ser otro, y quiero
tener corazón, y brazos
infinitos, y sonrisas
inmensas, para los llantos
aquellos que dieron lágrimas
por mi culpa!
... Pero,¿acaso
puede hablar de sus rosales
un corazón sepulcrado?
—¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana es tu aniversario!—
Sentimentalismo, frío.
La ciudad está doblando.
Luna blanca, viento negro.
Noche de Todos los Santos. negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.
El cielo, duro. Y su fondo
da un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.
Faroles, flores, coronas
—¡campanas que están doblando!—
...Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.
...Yo voy muerto, por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
quiero que me quieran; hablo
a todos los que me han hecho
mudo, y hablo sollozando,
roja de amor esta sangre
desdeñosa de mis labios.
¡Y quiero ser otro, y quiero
tener corazón, y brazos
infinitos, y sonrisas
inmensas, para los llantos
aquellos que dieron lágrimas
por mi culpa!
... Pero,¿acaso
puede hablar de sus rosales
un corazón sepulcrado?
—¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana es tu aniversario!—
Sentimentalismo, frío.
La ciudad está doblando.
Luna blanca, viento negro.
Noche de Todos los Santos.
De este modo veía, entendía y sentía nuestro premio Nobel, Juan Ramón Jiménez, la noche de todos los Santos. La literatura nos ofrece testimonio de cualquier fiesta, acontecimiento o hecho vivido desde tiempos inmemoriales. Si bien es cierto, que en España la celebración siempre había correspondido el 1 de noviembre a los santos y el 2 a los difuntos, hemos terminado por mezclar tradiciones de un lado y otro del mundo.
Lo que hoy festejamos como "Halloween", contracción de All hallow-evening, término acuñado por primera vez en 1745 (víspera de todos los santos), proviene de una celebración de origen celta mucho más antigua. Se remonta a varios siglos antes de Cristo y se llamaba Samhain, "el final del verano". Coincide con el equinoccio de otoño, fecha en la que concluía el año céltico y el final de las cosechas. Por este motivo se le consideraba como el punto de inflexión o la línea divisoria entre dos etapas: la de la luz, que se correspondía con los meses de primavera y verano, y la etapa de la oscuridad en las estaciones de otoño e invierno. Es el momento en el que los días se hacen más cortos y las noches más largas, por eso los celtas despedían al dios del sol con una fiesta.
Ellos creían que en la noche del 31 de octubre se rompían las fronteras entre el más allá y el mundo real. Así, los difuntos reaparecían para caminar entre los vivos. Muchos de los rituales sagrados que realizaban tenían la intención de servir de cauce de comunicación con los espíritus. Los buenos eran invitados y a los malos intentaban ahuyentarlos.
A partir del siglo XIX con su marcha masiva a América los irlandeses también cargaron con sus tradiciones, pero no sería hasta 1921 que la tradición evolucionara hasta lo que hoy en día conocemos, y todo por un desfile masivo organizado en Minnesota. También contribuyó a este éxito, ahora de masas, la saga cinematográfica de John Carpenter en los años '70, Halloween.
Y todo esto porque hoy me ha venido a la mente cómo la literatura hispanoamericana, el realismo mágico, ha tratado a los muertos en obras como Cien años de soledad de Gabriel García Marquéz, Pedro Páramo de Juan Rulfo, La casa de los espíritus de Isabel Allende... ¿Y tú, te has acordado a alguna obra en estas fechas?
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