¿Conoces los textos que salieron en el examen de oposición en Andalucía? Gracias a la colaboración de mis alumnos, he podido localizar los cuatro fragmentos propuestos para análisis.
Texto 1: Análisis del nivel fonético-fonológico para determinar la época.
Texto 2: Análisis de los niveles pragmático, fonético-fonológico, morfosintáctico y léxico-semántico para alcanzar el significado final del mismo.
Pero no me siento suficientemente desesperado, siento un placer muelle en este arcaico instrumento que galopa, galopa, galopa como un animal con su traqueteo ruidoso de efecto hipnótico que hace coincidir su ritmo con el del electroencefalograma y que por un sistema de acomodación idéntico al que emplean los negros en las tribus primitivas, con sus tam-tam en los coches de fiestas bailando, bailando consiguen -ellos, sí, dichosos- llegar al famoso éxtasis, mientras que aquí ni aun el sueño se consigue. Si llegara al éxtasis, si cayera al suelo y pateara ante la misma cara del predicador viajero podría convertirme, atravesar el lavado necesario del cerebro prevaricador y quedar convertido en un cazador de perdices gordas y aldeanas sumisas. Pero no somos negros, no somos negros, los negros saltan, ríen, gritan y votan para elegir a sus representantes en la ONU. Nosotros no somos negros, ni indios, ni países subdesarrollados. Somos mojamas tendidas al aire purísimo de la meseta que están colgadas de un alambre oxidado, hasta que hagan su pequeño éxtasis silencioso. Tracatracatracatracatracatracatraca traqueteo tracatracatracatracatraca: se puede formar un ritmo, es cuestión de darle una forma, una estructura gestáltica, puede conseguirse un ritmo distinto según la postura en que se ponga a escuchar un ritmo cada dos, un ritmo cada tres, un ritmo cada cuatro y luego repetir, o bien otro ritmo como en las figuras ópticas se puede ver una copa o el perfil de una cara. Racionalismo mórbido, qué me importan a mí los ritmos, las figuras y las gestalten si me están capando vivo. ¿Y por qué no estoy desesperado? Es cómodo ser eunuco, es tranquilo, estar desprovisto de testículos, es agradable a pesar de estar castrado tomar el aire y el sol mientras uno se amojama en silencio. ¿Por qué desesperarse si uno sigue amojamándose silenciosamente y las rosas siguen sien... las rosas?... ajjj. Podrás cazar perdices, podrás cazar perdices muy gordas cuando los sembrados estén ya... podrás jugar al ajedrez en el casino. A ti siempre te ha gustado el ajedrez. Si no has jugado al ajedrez más es porque no has tenido tiempo. Acuérdate que antes sabías la defensa Philidor. El ajedrez es muy agradable y además al no estar desesperado, qué fácil será acostumbrarse si uno no está desesperado. Será muy fácil, no habrá más que estar quieto al principio porque, al moverse, puede rozarse la herida. Primero estar quieto. Entonces vendrá una mujer, una linda mujer a tu consulta y te dirá lo que padece, prurito de ano. Tú la diagnosticarás sin esfuerzo, le recetarás lo que necesita. Ella dirá, es simpático el nuevo. Por poco tiempo que tengas que esperar a que venga esa mujer tendrás tiempo para que se te pase. Se te habrá pasado todo. Entonces dirán, es mejor que el otro. El nuevo es mejor. Habrá algunos que todavía no, que todavía creerán que el viejo es mejor o que les dará vergüenza dejarlo. Mejor, porque si no, no tendrías tiempo suficiente para cazar perdices.
Texto 3: Identificación de las características textuales que lo acercan a su naturaleza oral.
Entró Mercedes. Natalia entró detrás.
—Buenos días. Vio el rostro de la chica de beige. No sabía si la conocía o no. Se parecía a otras amigas de las hermanas. Todas le parecían la misma amiga.
—¿Conocías a Natalia? Isabel miró el rostro pequeño, casi infantil.
—Pues creo que la he visto alguna vez en la calle, de lejos. Me parecía que era mayor. ¿Cómo estás?
—Bien, gracias —dijo ella, bajando los ojos.
Cogió el programa de las ferias y con una tijera de bordar le empezó a hacer dientes y adornos por todo el filo meticulosamente. Las briznas de papel se le caían en la falda.
—También es raro, ¿verdad?, que nunca nos hayamos conocido, con tantas veces como vengo a vuestra casa.
—¿Ésta? —la señaló Mercedes con el pitorro de la cafetera—. No me extraña; si nosotras la conocemos de milagro. Esto es más salvaje…
Isabel se sonreía, sin quitarle ojo. Detallaba las cejas espesas, los grandes ojos castaños.
—Uy por Dios, ¿no oyes lo que dicen? ¿A que no es para tanto?
—Me da igual. No, no me pongas café. Si ya he tomado.
—Bueno, pero estate quieta con esas tijeras, ¿qué estás haciendo? Lo pones todo perdido de papelines.
—Ah, mira, las tijeritas pequeñas —dijo Julia—. Las estuve buscando ayer. Luego me arreglas un poco las uñas, ¿eh, Isabel?
—Sí, mujer, encantada. Pero tengo que llamar a mi madre. ¿Vas a ir al Casino a la noche?
—Creo yo que daremos una vuelta. ¿Tú qué dices, Julia? —A mí me da igual. Total, está siempre tan ful.
—Sí, es verdad, no sé qué pasa este año en el Casino. Y cuidado que la orquesta es buena, pero no sé.
—La mezcla —saltó Mercedes con saña—. La mezcla que hay. Decíamos de la niña del wolfram. La niña del wolfram, la duquesa de Roquefeller, al lado de las cosas que se han visto este año. Hasta la del Toronto, ¿para qué decir más?, si hasta la del Toronto se ha vestido de tul rosa. Y por las mañanas en el puesto. Así que claro, es un tufo a pescadilla…
—No, y que hay demasiadas niñas, y muchas de fuera. Pero sobre todo las nuevas, que vienen pegando, no te dejan un chico. Isabel, al decir esto, volvió a mirar a Natalia y le sonrió.
—Sí, vosotras, vosotras, las de quince años sois las peores. Ella desvió la vista.
—A ésta la pondréis de largo.
—No quiere. —¿Que no quiere? Será que no quiere tu padre, más bien.
—No. Soy yo, yo, la que no quiero-aclaró Natalia con voz de impaciencia.
—Hija, Tali, no hables así. Tampoco te han dicho nada. ¡Jesús! —se enfadó Mercedes.
—Bueno, es que es pequeña. Tendrá catorce años.
—Qué va. Ya ha cumplido dieciséis. Ella que se descuide y verá. De trece años las ponen de largo ahora. Pero se ha emperrado en que no, y como diga que no… Fíjate, si ya le había traído papá la tela para el traje de noche y todo, aquella que trajo de Bilbao, ¿no te la enseñé a ti?
—Uy, mujer, pues qué pena. ¿Es que no te hace ilusión? —Tiempo tiene. Dejarla —dijo Julia, y Tali la miró con agradecimiento—. Tiempo de bailar y de aburrirse de bailar. Precisamente…
—Dieciséis años no los representa, desde luego. De todas maneras, cuánta distancia entre vosotras. ¿O es que hubo hermanos en medio?
—No, sólo uno que nació muerto. Y desde ése hasta Natalia, nueve años. Mercedes se quedó mirando a Julia y le pesó el silencio que se hizo. Sabía que Isabel podía estar calculando los años de ellas. —Mamá murió de este parto, ¿lo sabías, no? Eso de los partos qué horrible, ¿verdad? —dijo aprisa —. Menos mal que ahora se muere menos gente.
—¿Qué es, que padecía del corazón?
—Sí. Del corazón. No llegó a conocerla a ésta.
—Gracias a tu tía. Es un sol vuestra tía, es como madre, ¿no?
—Fíjate.
Natalia se quitaba uno por uno, a pequeños pellizcos, los pedacitos de papel pegados a la falda. Siempre que estaba ella hacían las mismas preguntas y contaban las mismas historias. Siempre este largo silencio después de que se nombraba a mamá. Este ruido de cucharillas. Hoy cogería la bici y se iría lejos. Hoy iba a hacer muy bueno.
Carmen Martín Gaite, Entre visillos (1958)
Texto 4: Análisis del plano de la forma y del contenido e identificación de su autor.
¿Te gustó la ciudad que gota a gota labró el agua en el centro de los pinos? ¿Viste sueños y rostros y caminos y muros de dolor que el aire azota?
¿Viste la grieta azul de luna rota que el Júcar moja de cristal y trinos? ¿Han besado tus dedos los espinos que coronan de amor piedra remota?
Te acordaste de mí cuando subías al silencio que sufre la serpiente, prisionera de grillos y de umbrías?
¿No viste por el aire transparente una dalia de penas y alegrías que te mandó mi corazón caliente?
Espero que se os diera bien el examen, seguimos luchando por la segunda parte de la oposición. Adelante y mucha fuerza.
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